Mediante esta genial frase del físico teórico Stephen Hawking, este nos manda un poderoso mensaje de optimismo, de fuerza, de afán de la cual esta, recobra un especial énfasis en la lucha diaria en la cual estamos expuestos tod@s y cada uno de nosotros.
Evidentemente, los tiempos son difíciles para la gran mayoría de nosotros con negocios, con facturas por pagar, con sueños por alcanzar, por llegar a fin de mes y con un propósito bien claro: la de sobrevivir.
A pesar de los grandes retos, de los grandes cambios, de las dificultades de las cuales estamos atravesando, uno debe de seguir luchando si o si. Y, ante la desesperación y la necesidad, nuestra libertad de «ser», uno actúa de una manera u otra. Es como metafóricamente hablando, el eco de nuestra consciencia. El ser maligno y por otra parte, el eco del ser bueno que está en nuestra cabeza. ¿Y dime, cual voz predomina en tu cabeza?
No creo que el ser humano sea malo por naturaleza. Más bien, por culpa de la manipulación en la que estamos expuestos día a tras día, nos convertimos en seres «indeseables». Desdichados. La sociedad nos está convirtiendo en personas miedosas, inciertas, odiosas, enojadas, egoístas. Nos hemos convertidos en sociópatas donde el todo vale. Carentes de sentimientos, hedonistas, megalómanas, autómatas «humanoides» digitales.
¿Dónde está el límite entre el bien y el mal?
Puede que te hayas preguntado alguna vez: ¿Realmente, que me puede aportar la empatía, el civismo, la ética, la moralidad, la ayuda al prójimo, la solidaridad, la confianza, el amor, la bondad…? ¿Acaso ser bueno es una ventaja en los tiempos que corren?
Por suerte y seguramente sea y viva en la inopia, sigo creyendo en las personas ya que, mientras haya vida, hay esperanza…
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.